Carta Pastoral en el Día de la Vida Consagrada. 02/02/2012

El día 2 de febrero la Iglesia nos pide acompañar especialmente con nuestra oración a los miembros de la Vida Consagrada. A vosotros me dirijo, teniendo en cuenta la orientación del Plan Pastoral Diocesano y sintiendo la urgencia de la nueva evangelización que tiene como objetivo anunciar a Cristo en cualquiera de las circunstancias en que nos encontremos. El lema de esta Jornada: “Ven y sígueme. Vida Consagrada y Nueva Evangelización”, nos ayuda a interpretar vuestros carismas en la historia de la Iglesia.

Como ya he tenido oportunidad de comentaros en otra ocasión, considero que este momento de la Iglesia es esperanzador. Somos conscientes de que no nos debemos predicar a nosotros mismos sino a Cristo; y de que no debemos fiarnos de nuestras fuerzas sino fundamentarnos en Él. El seguimiento de Cristo casto, pobre y obediente, se convierte “en exegesis viva de la Palabra de Dios” que es la primera fuente de toda espiritualidad cristiana. No cabe duda de que las grandes conversiones en la historia de la Iglesia se produjeron por el encuentro del sentido de la vida: “Ven y sígueme”. La adhesión a la predicación apostólica no era, ante todo, asumir la lógica de un discurso cuanto dejarse interpelar por la llamada del Señor. Se trata, ciertamente, del encuentro con la verdad que ofrece perspectivas a la existencia del hombre en el mundo.
Por supuesto, no se puede olvidar el contenido doctrinal de la fe que se ha de transmitir. Si he de confiar mi vida a alguien, debo saber de quién se trata; si afirmo que Jesús me salva, tengo que poder expresar quién es Jesús y en qué consiste su salvación. “Los discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús” (Jn 1, 37). La doctrina ha de llevarnos al encuentro.
Como escribe Jaroslav Pelikan en la introducción a su libro Jesús a través de los siglos, “en cada etapa histórica, la vida y las enseñanzas de Jesús han representado una respuesta (o más a menudo la respuesta) a los interrogantes más fundamentales de la existencia y del destino humanos, y dichos interrogantes se planteaban a la figura de Jesús tal como se perfilaba en los evangelios”. Efectivamente, toda la historia del cristianismo es un diálogo entre el contexto del creyente y la referencia ineludible de la figura de Jesús. “La Tertio Millennio Adveniente presenta como rasgo esencial que diferencia al cristianismo de las otras religiones, el hecho de que en Jesucristo, el Verbo encarnado, es Dios el que busca al hombre y el tiempo pasa a ser una dimensión del Dios eterno. Se abre así el encuentro y el diálogo”. En el siglo XXI Cristo debe ser el punto de encuentro entre el único Dios y todo hombre, un referente incluso para cuantos no creen en él. Y, sobre todo, será siempre, con unos rasgos más acentuados que otros, el único Cristo real al que desde hace veinte siglos se remite la fe de la Iglesia. Pablo nos deja escrito: “que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rom 8,35. 38-39).
Jesús que “revela las entrañas de Dios viniendo de su seno y actualiza su ternura de Padre expresando en persona lo que es Dios para los hombres a la vez que anticipando en su existencia lo que puede ser el hombre para Dios, después de haber mostrado lo que es Dios para el hombre”, seguirá siendo criterio de discernimiento para situaciones nuevas en esta ola de religiosidad “que va desde el redescubrimiento del sentido del misterio hasta la magia, las sectas, el ocultismo, el culto a la masa y sus orgías”. Los cristianos sabemos que podemos contar con la tradición conservada en la Iglesia que confiesa que “Jesús es la verdadera novedad que supera todas las expectativas de la humanidad, y así será para siempre, a través de la sucesión de las diversas épocas históricas. La encarnación del Hijo de Dios y la salvación que El ha realizado con su muerte y resurrección son, pues, el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal y todo proyecto encaminado a hacer la vida del hombre cada vez más humana”.
Los Consagrados han de anunciar a Cristo, dejándose interpelar por la Palabra de Dios y los signos de los tiempos, sin necesidad de sentirse aventureros ni dejarse dominar por la impaciencia. La falta de realismo y de madurez lleva a posturas estériles y frustrantes como abandonar la comunidad que tenemos delante pensando en otras comunidades que nunca llegan. Queridos miembros de la Vida Consagrada, dejaos ganar enteramente por el Evangelio de Jesucristo, fortaleciendo todo aquello que es necesario para mantener con un claro y definido sentido eclesial una vida espiritual intensa: oración, confesión frecuente, plan de vida, estudio asiduo, disponibilidad, obediencia y afirmando la importancia de la vida consagrada. Sin este convencimiento y esta fidelidad original, no se puede ser ni profeta ni evangelizador, cayendo en el riesgo de ser simplemente un consiliario dócil de la nueva cultura dominante, y sancionador religioso de una forma de vida, cada vez más dominada por las modas del momento. La historia tiene hoy una versión nueva: hay que saber relativizar las críticas y los rechazos que recibimos desde las posiciones de la cultura dominante. 
Sé que amáis a nuestra Iglesia diocesana y la enriquecéis con vuestros carismas. Manifestándoos mi agradecimiento con mi cordial felicitación, os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela
Descargar la Carta Pastoral en PDF

Enlaces Parroquiales

Parroquia San Gines de Padriñan. Comunidad Parroquial.

"TRANSFORMANDO EL MUNDO HACIENDO IGLESIA"