“Sin amor, también la ciencia pierde su nobleza. Sólo el amor garantiza la humanidad de la investigación”. Así el Papa Benedicto concluyó su discurso, el jueves por la mañana, a la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Una respuesta profunda y tocante a una necesidad difundida de orientaciones sólidas y altas.
“Rico en recursos, pero no igualmente rico en sus objetivos, el hombre de nuestro tiempo (...), casi ofuscado por la eficacia técnica, olvida el horizonte esencial de la necesidad de sentido”. Una vez más, el Papa habla de la confianza en la inteligencia, en la razón; habla del cristianismo como “religión del Logos”, que no relega la fe al ámbito de lo irracional, sino que ve el origen y el sentido de toda la realidad en la “Razón creadora”.
La unión de la razón y de la fe es garantía de la fecundidad de ambas, mientras su separación conduce a un “empobrecimiento ético”, que vuelve incapaces de evaluar si lo que es técnicamente posible, también es moralmente bueno y conduce al bien de la humanidad.
Pero el Papa dijo también más, porque la ciencia y la investigación médica están tan directamente relacionadas con la curación de la persona humana, que en ellas llega a ser particularmente evidente cuán necesaria es la guía del amor, cuán vital es el nexo entre el empeño científico y la entrega apasionada al bien del hombre; un hombre que sufre y que se confronta con las preguntas más radicales acerca del sentido de la vida.
Entonces, “la entrega de la inteligencia y del corazón se hace signo de la misericordia de Dios y de su victoria sobre la muerte”.
¿Qué inspiración más entusiasmante y fuerte para todo empeño de la inteligencia a favor del hombre? Y, en fin de cuentas, ¿en qué otra cosa debería empeñarse la inteligencia?
Fuente: NEWS.VA