Cuenta San Marcos que Jesucristo paso junto al lago de Galilea y “vio a Simón y a Andrés su hermano, que eran pescadores, y les dijo: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron". Luego se repitió la escena con Santiago y su hermano Juan.
Por dos veces aconteció el milagro. No milagros aparatosos; milagros interiores por los cuales aquellos hombres, a la voz del Señor, cambiaron su vida: olvidaron sueños y proyectos, y se convirtieron en los primeros discípulos de Cristo.
Tenían que pasar todavía por una larga fase de purificación de sus ideales y atravesar más de una crisis: la tentación de abandonar, el cansancio de los días, las dudas sobre su mesianismo…
Vieron milagros, desde luego, y eso les aseguraría en su camino. Pero también asistieron, al final, a la Pasión y Muerte del Maestro; al derrumbamiento humano de todas sus esperanzas. Igual sucede con vosotros y conmigo. Hemos seguido a Cristo, hemos comenzado con ilusión el camino que conduce a la felicidad definitiva. Pero esta vida de aquí es larga. Y, mientras llegamos a la otra, tendremos que
atravesar vacilaciones y conflictos de diverso tipo.
Vieron milagros, desde luego, y eso les aseguraría en su camino. Pero también asistieron, al final, a la Pasión y Muerte del Maestro; al derrumbamiento humano de todas sus esperanzas. Igual sucede con vosotros y conmigo. Hemos seguido a Cristo, hemos comenzado con ilusión el camino que conduce a la felicidad definitiva. Pero esta vida de aquí es larga. Y, mientras llegamos a la otra, tendremos que
atravesar vacilaciones y conflictos de diverso tipo.
No por haber respondido con generosidad al inicio, resulta fácil el camino. Las mismas cosas que hemos abandonado por seguir a Cristo nos persiguen en nuestro caminar. Quisimos desprendernos de nuestros egoísmos, sensualidad, avaricia… Y dos días, o dos meses, o dos años más tarde volvemos a tener a nuestro lado aquellas mismas cosas que creíamos haber dejado atrás. Es normal, no estamos confirmados en gracia. Solo después de esta vida creeremos y amaremos a Dios sin sombras.
Mientras vivamos en esta tierra la lucha continua.
Un día 31 de diciembre de sus últimos años aquí, san Josemaría Escriva anotó en su agenda: “Este es nuestro destino en la tierra luchar por amor hasta el último instante. Deo gratias!". Era como la síntesis, de sus setenta y tantos años de vida.
Un día 31 de diciembre de sus últimos años aquí, san Josemaría Escriva anotó en su agenda: “Este es nuestro destino en la tierra luchar por amor hasta el último instante. Deo gratias!". Era como la síntesis, de sus setenta y tantos años de vida.
Quiso dejarlo por escrito para que nos convenciéramos de la necesidad de ese combate espiritual, que impide la vanidad o la ingenuidad de pensarnos mejores de lo que somos.