Monición de entrada
Hermanos, bienvenidos a la celebración de la Eucaristía en este Vigésimo tercer domingo del tiempo ordinario. Las lecturas de hoy delatan la predilección de Dios por los pobres, los marginados y los enfermos. En la curación del sordo mudo por parte de Jesús, comienza a realizarse la esperanza mesiánica de los pobres tal como lo anunciaba, ocho siglos antes de Cristo, Isaías. Sigamos, pues, el consejo de Santiago el Menor: en nuestra caridad y en nuestra vida ordinaria de cada día, no hagamos acepción de personas.
-Porque no escuchamos tu palabra: Señor, ten piedad. R.
-Porque somos insensibles a tus signos: Cristo, ten piedad. R.
-Porque no damos testimonio de ti: Señor, ten piedad. R.
Oración colecta
Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Lectura del libro de Isaías. Is 35, 4-7a
DECID a los inquietos: «Sed fuertes, no temáis. ¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios. Viene en persona y os salvará». Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo y cantará la lengua del mudo, porque han brotado aguas en el desierto y corrientes en la estepa. El páramo se convertirá en estanque, el suelo sediento en manantial». Palabra de Dios.