En el día del Señor Resucitado nos encontramos reunidos en la casa del Señor para celebrar la eucaristía. Cristo está en medio de nosotros y nos llama a poner siempre nuestro corazón en las cosas de Dios para que nuestra vida sea expresión y testimonio de la verdadera riqueza y de la vida nueva que solo él puede dar. Dispongámo- nos a esta celebración para participar activa y piadosamente.
Acto penitencial
- Jesús, rico en misericordia: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.
- Jesús, hecho pobre para enriquecernos a todos: Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.
- Jesús, herencia de los elegidos: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.
Oración colecta
ATIENDE, Señor, a tus siervos derrama tu bondad imperecedera sobre los que te suplican, para que renueves lo que creaste conserves lo renovado en estos que te alaban como autor y como guía. Por nuestro Señor Jesucristo.
Lectura del libro de la Sabiduría. Sab 9, 13-18
¿QUÉ hombre conocerá el designio de Dios?, o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere? Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa.
Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿quién rastreará lo que está en el cielo?, ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto? Así se enderezaron las sen-
das de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron por la sabiduría». Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17 (R/.: 1bc)
V/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
V/. Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna. R/.
V/. Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva que
florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. R/.
V/. Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sen
sato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervo. R/.
V/. Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón. Flm 9b-10. 12-17
QUERIDO her mano: Yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión Te lo envío como a hijo. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda libertad. Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que silo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí. Palabra de Dios.
Palabra de Dios.
Aleluya Sal 118, 135
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus decretos. R/.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 14, 25-33
EN aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».
Palabra del Señor
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