¡Amigos míos!, después de estos días de sofocones en los encuentros, de disfrutes en terrazas, de fiestas mas o menos imprudentes, después de los consabidos desordenes o exageradas vivencias de la libertad, atada durante dos meses, debemos ir pasando a la normalidad de la cordura, de la responsabilidad y a seguir esforzándonos en la solidaridad, tratando de cuidarnos unos a otros, con las normas de la higiene el distanciamiento y las mascarillas.
Os invito de corazón a celebrar dentro de un ambiente de cordura y responsabilidad, la alegría de PENTECOSTES, rezando el DECENARIO al Espíritu Santo, que comenzaremos, Dios mediante, el próximo Jueves a las 18,50 de la tarde y a continuación la Santa Misa a las 19,30. Os dejo aquí una preciosa oración al espíritu Santo. El Decenario lo publicaremos en la web para que puedan hacerlo, los que no puedan venir.
“Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad". El próximo Domingo, 24 de Mayo, celebraremos la Ascensión del señor.
Se cumplen los 40 días que van desde la Resurrección del Señor. En realidad seria el Jueves 21(se traslada en razón del día festivo). Por eso se dice que “en el año hay tres jueves que brillan mas que el sol: Jueves santo, Corpus Cristi y el Jueves de la Ascensión”. Pues bien, diez días después, vino el Espíritu Santo sobre la Santísima Virgen y los Apóstoles. Es la Fiesta grande de PENTECOSTES, que celebraremos el Domingo 31.
Por tanto, el Jueves deberíamos comenzar el “Decenario al Espíritu Santo”. Hace una semana que la iglesia, en la liturgia de la Eucaristía, nos viene hablando de la venida del espíritu santo y nos va colocando delante de los ojos y del corazón - para que lo deseemos y lo amemos- cuantió nuestro Señor fue revelando sobre la 3ª. Persona de la Trinidad Beatísima, el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, como aprendimos en el catecismo desde pequeñitos.
¡Sí!, el Espíritu Santo nos lo envió Jesucristo “para guiar a la Iglesia y santificar nuestras almas”, como enseña, también, el catecismo. Por eso decimos que es el alma de la Iglesia, porque la guía y la sostiene; hace que las puertas del infierno no prevalezcan contra ella; la hace infalible, para que los fieles estemos seguros del camino que conduce ciertamente a Cristo; la hace incólume, hasta que toso los hombres acanchemos la escatología final; se hace presente en el Papa y los Obispos y en todo el Pueblo de Dios.
Santifica a la Iglesia, y a todos los fieles, haciendo presente a Cristo en cada uno; nos ayuda y dirige en nuestro camino al Padre identificándonos con Cristo que “es camino, verdad y vida”. Es el Espíritu, el que nos convence interiormente en el camino de Cristo. Es el Espíritu el que nos ilumina en el conocimiento y aceptación de Cristo, que es nuestra verdad plena.
Es el Espíritu el que nos hace desear, recibir y gustar, la Vida en Cristo que vino para que “tengamos su Vida en nosotros y la tengamos abundante”. Todo esto, el Espíritu lo hace a través de los sacramentos y a través del pastoreo de la Iglesia, que no se engaña in puede engañarnos en la misión que le encomendó Cristo. Por eso la Iglesia ni cesa ni puede cesar, ni Ella, ni ninguno de sus hijos, en la lucha divina de hacer presente a Cristo salvador, en todo el mundo y en todas las almas, porque “no se nos ha dado, ni bajo el cielo, ni sobre la tierra, otro nombre en el que podamos salvarnos”.
Desde antiguo la iglesia prepara la venida del Espíritu Santo con el llamado “decenario”, es decir diez días de reflexión, meditación, oración y trato intenso con el Espíritu Santo, para identificarnos mas y mas con sus inspiraciones, que no tiene otro objeto que llevarnos a la identificación con Jesucristo, “terminando por ser no solo otros cristos, sino ipse Cristus”.
+Monseñor Don Samuel G. T.
Párroco de San Ginés de Padriñán