Presencia real de Jesús en el Sagrario.

Con cierta frecuencia suelo recordar lo que ahora os cuento. Estaba solo en una capilla cuando entraron dos niños, alrededor de 8 y 6 años, que me parecieron hermanos. No advirtieron mi presencia, por lo que me figuro que estaban a sus anchas creyéndose solos. Fueron decididos hasta la altura del primer banco y allí, ante el Sagrario, el mayor hizo una genuflexión pausada que el más pequeño trató de imitar. El mayor, señalando al Sagrario, dijo, dirigiéndose al pequeño:

- En esa caja, está Jesús.
- ¡No cabe!, contestó el pequeño con firmeza.

El mayor, contrariado y conmovido por la negación de su hermano, se volvió hacia el, agachándose lo agarró por los hombros, lo zarandeó cariñosamente y,  mientras le clavaba su mirada, dijo:

-  ¡¡¡Te lo prometo!!!

Pasados unos segundos, mirándolo aún más de cerca, volvió a repetir en tono quedo y suave:

- Te lo prometo…, te lo prometo..., ¡Está Jesús!

Ante esas palabras, el pequeño volvió su mirada al sagrario y, agachándose poco a poco, intentó de nuevo otra genuflexión.

De esta escena, ¡deduje tantas cosas! Entre otras, que lo fundamental se aprende en la familia.

Es preciso que llevemos a nuestros hijos a Jesús Sacramentado, yendo nosotros por delante, como el hermano mayor. Debemos explicarles el Misterio Eucarístico, la Santa Misa, cómo se renueva el Sacrificio incruento del Calvario, la Sagrada Comunión, la transubstanciación.

El hermano mayor no hizo otra cosa que repetir con su hermano pequeño lo que sus mayores hicieron con él.

Tengo la seguridad de que al pequeño se le quedó grabada para siempre la presencia real de Jesús en el sagrario; y, a mí, también.

Pepe Landín


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