Al leer detenidamente la parábola que el Señor propone a los lideres del pueblo de Israel, descubrimos que esta es mas que una historia sobre un rey y un banquete de bodas. Lo que esta en el fondo, es la historia de la salvación, que no solamente se refiere a la historia anterior a Cristo sino también después y hasta el fin de los siglos. Dios, enamorado del hombre, intenta atraerlo a la salvación enviándole profetas y santos, o en nuestro caso evangelizadores y pastores, y se repite la respuesta en ambos casos: la buena Nueva de la salvación es rechazada por unos y aceptada por otros.
Esta claro que en primer lugar a quien se dirige es a los lideres judíos (“ellos”) pero también a todos nosotros, que recibimos la llamada y luego no acabamos de realizarla en el día a día, con fecha, hora y lugar.
Ser invitado (llamado) es un alto honor, pero realizar las exigencias de esa invitación en las cosas concretas, es lo que vemos como una inconveniencia inoportuna.
Como los invitados de la parábola, encontramos fácil aceptar a Cristo en principio, y, como ellos, encontramos menos fácil aceptar los detalles específicos: la llamada de Cristo a servir como catequista, a prestar un servicio en Caritas o simplemente a darse con comprensión a los demás, o a colaborar en el mantenimiento de los lugares de culto o a ayudar a algún amigo a recuperar su vida cristiana, etc.
Estamos dolorosamente tentados a reservar nuestro si a Dios para las partes de la vida que no requieren que cambiemos, que no nos fuerzan a salir fuera de nuestra rutina, de nuestra comodidad. Según la parábola aquellos invitados no quisieron ir al banquete. Lo normal es que el rey los borrara del mapa. Pero este rey es Dios y esta enamorado del hombre y busca su salvación por encima de todo. Por eso “volvió á enviar otros siervos”.
En esta ocasión los invitados “no se cuidaron” se fueron a sus tareas cotidianas, “uno á su labranza, y otro á sus negocios”. Las cosas que los distrajeron eran buenas, no malas. El problema no era la avaricia, ni la soberbia, ni la lujuria; el problema era la vocación, la llamada especifica a cada uno en tiempo real, en el hoy y ahora. ¡Tenemos tanto que hacer que no tenemos espacio para Dios!. Quizás a Dios también lo tenemos anotado en nuestra lista de quehaceres, pero ¿Cuándo le tocara...?
El rey entonces invita a todo tipo de gente, buenos y malos. Es la invitación de la Iglesia, en la que todos, buenos y malos, venimos a encontrar la salvación.
Esta parábola resume, en forma de historia, la relación de Dios con el pueblo judío y la iglesia.
Además, nos recuerda que Dios nos invita a una celebración gozosa, y que perderemos el gozo si rechazamos esa invitación.
Nos recuerda que tanto buenos como malos llenan las listas de la iglesia. Y también incluye una advertencia: Dios juzgó muy duro a quienes rechazaron la invitación.
Podemos asumir que Dios actuará de forma similar, si nosotros rechazamos la invitación a ser verdaderos discípulos, de palabra y de obra.
+Monseñor Don Samuel G. T.
Párroco de San Ginés de Padriñán