Domingo XXXII del Tiempo Ordinario A.

Monición de entrada. 

A Dios «lo encuentran los que lo buscan». Se aproxima el final del año litúrgico y un domingo más nos encontramos con el Señor en la eucaristía. La Palabra de Dios nos anuncia la llegada de un tiempo nuevo para el que hemos de estar preparados. Vivamos esta celebración con la esperanza del encuentro definitivo con Cristo.

Acto penitencial.

- Condúcenos hasta ti: Señor, ten piedad. R/.

- Ilumina nuestros pasos: Cristo, ten piedad. R/.

- Ábrenos tu puerta: Señor, ten piedad. R/.

Oración colecta.

DIOS de poder y misericordia, aparta, propicio, de nosotros toda adversidad, para que, bien dispuestos cuerpo y espíritu, podamos aspirar libremente a lo que te pertenece. Por nuestro Señor Jesucristo.

Lectura del libro de la Sabiduría. Sab 6, 12-16

RADIANTE e inmarcesible es la sabiduría, la ven con facilidad los que la aman y quienes la buscan la encuentran. Se adelanta en manifestarse a los que la desean.

Quien madruga por ella no se cansa, pues la encuentra sentada a su puerta. Meditar sobre ella es prudencia consumada y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones. Pues ella misma va de un lado a otro buscando a los que son dignos de ella; los aborda benigna por los caminos y les sale al encuentro en cada pensamiento. Palabra de Dios.

Salmo responsorial. Sal 62, 2abc. 2d-4. 5-6. 7-8 (R/.: 2b)

V/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

V/. Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.

V/. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!

Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R/.

V/. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,

 y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

V/. En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti,

porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses. 1 Tes 4, 13-14

NO queremos que ignoréis, hermanos, la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto. Palabra de Dios.

Aleluya. Mt 24, 42a. 44

R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

V/. Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. R/.

✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mt 25, 1-13

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Qué llega el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora». Palabra del Señor.

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