Escribe el Párroco: "¡Un nuevo año! Déjate acompañar".

La pandemia que todavía está encima de nosotros, puede verse desde muchos ángulos. Yo prefiero verla desde el Angulo cristiano. “Todo lo que nos sucede, todo, es para bien si amamos a Dios”. Lo decía San Pablo. Quizás nosotros estemos obcecados por el miedo, la obsesión, etc. y no podamos verlo. Pero yo estoy seguro que Dios tiene un plan para todo esto. Y aunque parece un mal terrible, quizás no lo sea tanto, tanto, como a veces nos lo presentan.

Y no me refiero a los cuidados que hay que tener para cuidarnos y cuidar a los demás. Yo no conozco los planes de Dios, pero sé que es Padre y pase lo que pase El me ama y todo lo conduce a mi bien. En esto no hay fallo para los que amamos a Dios. El problema estriba en no aceptar lo que, a Él, como dueño y Señor, le parece lo mejor para nosotros.

¿Os habéis preguntado cuantos mueren cada año de aborto o eutanasia, muertes inducidas por nosotros?, ¿cuantos, en guerras y revoluciones, muertes queridas y buscadas por el hombre?, ¿cuantos, por crímenes, asesinatos, violencia de todo tipo, etc., muertes buscadas y consentidas por este hombre que se asusta, escandaliza y tiembla de miedo ante esta pandemia? ¿Estamos seguros que esta pandemia no la hemos buscado nosotros?

Cualquier muerte, sea cual sea la causa, es digna de dolor, llanto, respeto y consideración. Y las muertes que ha producido esta pandemia, que se ha llevado las raíces de nuestras familias, son dignas de respeto, dolor, llanto y consideración e incluso de investigación.

Dios, sí desea que los hombres conozcamos con esfuerzo y superación los instrumentos que conducen al bienestar de la humanidad incluyendo la salud, la educación, la política, la sociología, etc. Lo que no debe hacer el hombre es manipular la creación, usarla y dominarla desconociendo o contraviniendo sus leyes, creerse dueño y abusador, arrojando fuera a su creador y legislador, como si eso fuera un bien para la humanidad. El aborto, la eutanasia, la manipulación genética, la invasión de la naturaleza sexuada del ser humano violentándola, … son algunos ejemplos de ello.

Quizás sea el momento para examinarnos de cuanto hemos cedido al materialismo ateo y destructor de la libertad humana; o al capitalismo salvaje y desbocado y liberalmente abocado a un consumismo frenético que dicta la moda, los grandes interese económicos, (muchas veces ruines y bastardos), al mayor disfrute de los placerse de la tierra sin ética alguna, ni referencia social, intrínseca a todos los bienes de la tierra.

No será el momento de alumbrar un nuevo sistema económico donde el centro sea realmente la persona, especialmente los más débiles, poniéndose como meta el que los bienes de la tierra lleguen para sentar a la mesa a todos los seres humanos, buscando entre todos unos mayores dialogo en libertad y respeto, que sea capaz de proporcionar una paz mas duradera, una fraternidad enraizada en la convicción de que todos somos hermanos porque somos hijos de un mismo padre.

Comencemos un nuevo año con serenidad, convencidos del amor de Dios, que concede al hombre capacidad y medios para remediar los males, aun tan graves, como esta Pandemia viral, y los que vayan apareciendo, con frecuencia, provocados por el mismo hombre. Dios se hizo pequeño con los pequeños -lo estamos viendo estos días- , doliente con los que sufren y lloran, y participó, -y participa-, de nuestra muerte.

No estamos solos: Dios no se hizo hombre para caminar solo con los que creemos en El, sino con toda la humanidad, porque con nosotros participa de la misma naturaleza humana; y así somos con El, hijos del mismo padre; es decir caminamos siendo hermanos. Lo que pasa es que los creyentes recibimos una participación en su naturaleza divina, la gracia, por la que nos es mas fácil caminar con la luz de la fe. Con la ayuda de la palabra y de los sacramentos, tenemos mucha mas esperanza y facilidad para ver el camino y la misma vida, que percibimos de otra menara: la manera de Cristo que nos conduce a la esperanza de la resurrección.

Quiero mandar un abrazo de afecto y cariño a todos los niños de nuestras comunidades parroquiales de Nantes y Samxenxo, especialmente a los que asisten a los catecismos.

A todos los mayores, entre los que me incluyo. Vosotros sois nuestras raíces, nuestra sabia, y, plantados al borde de la acequia, -como dice el salmo-, todavía tenéis mucho fruto que dar, porque 

sin vosotros no tendremos luces claras para nuestro futuro. Cuidemos ese tesoro que tenemos todos en nuestras familias: os aseguro que vale la pena invertir en ello.

Amemos la familia. Un tesoro que nos legó el creador y que Jesús santificó, haciéndose familiar nuestro, en la familia de Nazaret. Seguro que este año -que estará dedicado a San José-, podremos aprender de el cómo mejorar nuestra familia, como solucionar los entuertos que vayan apareciendo, y como ayudar a los jóvenes a preparar nuevas familias.

En cuanto a la otra familia, la parroquia, nos queda por delante una fuerte tarea, para volver a poner en buena marcha los Catecismos; caritas parroquiales, que trabajo muchísimo durante la pandemia; la legión de María, los medios de formación de adultos como el EDAP, las clases de liturgia, formación doctrinal de adultos; las cofradías, con su formación y las distintas actividades que realizan a lo largo del año, etc.

Y no olvido el mantenimiento de nuestros templos, restauraciones, reposiciones y culminación de obras comenzadas y no terminadas, y un largo etc., como los medios de comunicación parroquiales, escritos y online: la Web parroquial, Hojita Domingo, El Farol de Padriñan, el Wasap parroquial... Como veis hay mucha tarea por delante. Pero no hay prisa, iremos al ritmo de Dios, que es siempre el mejor.

Os digo todo esto porque tenemos que comenzar este año con ilusión, llenos de esperanza y optimismo. Enfilaremos la primavera con la esperanza de dejar atrás, casi, la pandemia. Y con la primavera florecerán y brotarán las yemas para los nuevos frutos, que madurarán en verano y recogeremos al final de este, y en el otoño, en el que tendremos ya inmunidad de rebaño. Debemos empeñarnos en hacer que el hombre no estropee los planes de Dios, sino que los conozca y desarrolle para el bien de todos.

Por eso es tan importante la formación, caminar los caminos de Dios, remangarse y meterse donde Dios nos necesita, que es lo mismo que buscar a los hermanos necesitados. Preguntarnos cada día: a quien puedo ayudar; a quien puedo sonreír; a quien puedo levantarle el ánimo, a quien puedo convencer para que sepa y experimente que no está solo, que somos una familia y nos necesitamos todos. Es la Iglesia en salida, en la periferia, que tanto nos pide el Papa.

+Monseñor Don Samuel G. T. 
Párroco de San Ginés de Padriñán


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