Una cofradía puede definirse como una Congregación o Hermandad que forman un grupo de devotos, con autorización competente, tanto con fines piadosos como la de procesionar una imagen religiosa acompañada de fieles.
Así pues, podemos decir que una Cofradía es una reunión de fieles que, con aprobación del ordinario, se proponían como fines: primero, el cumplimiento más intenso y exacto de sus deberes religiosos, pero en comunidad; y después, prestar su cooperación al clero en las funciones y ejercicios del culto. Eran, en consecuencia, una especie de órdenes religiosas de seculares, que usaban trajes especiales en las solemnidades públicas, llevaban insignias propias y contribuían de una manera directa a dar solemnidad a los actos del culto y a participar en las procesiones eclesiásticas. Son las llamadas Hermandades de legos.
Estas hermandades servían, pues como medio de enlace entre el estado laical y el religioso, entre la vida secular y la vida regular, y el gran desarrollo que lograron en los siglos XVI y XVII no fue más que una resultante lógica del intenso y frecuente culto de los Santos, que se fomentó a raíz de las Contrarreformas, es decir, a consecuencia de la verdadera Reforma de la Iglesia establecida en el Concilio de Trento, desarrollado en periodos discontinuos durante veinticinco sesiones entre los años 1545 y 1563.
Los disciplinantes españoles de esa época, que hay que distinguir de las demás facciones europeas de flagelantes, con sus mortificaciones y penitencias, antecedente directo de las procesiones de Semana Santa, no son otra cosa que una adaptación al estado laical de las maceraciones, cilicios y disciplinas que se practicaban en los conventos desde siglos antes. Estas penitencias y ejercicios de mortificación, ya fuera en las iglesias o en otros lugares, pero siempre en el seno de las Cofradías, y que solían realizarse en forma de procesiones o de rogativas públicas, eran muy frecuente en aquella época, como se deduce claramente del paisaje del Quijote, en el que Cervantes describe una procesión de disciplinantes.
En la forma de cumplir sus fines y en la recolección e inversión de las limosnas, están también sujetas a la autoridad diocesana. Para el ingreso en una cofradía se necesita de la presencia de la persona en el lugar donde estuviese aquella erigida, salvo si se trata de cofradías universales o erigidas para todo el orbe católico, en las que bastará la presencia ante del delegado legítimo del centro. La presencia personal del postulante se exige también, salvo casos especiales y previa la oportuna dispensa, en aquellas cofradías que constituyen verdaderas sociedades orgánicas (collegia) y tienen por sus estatutos ceremonias y solemnidades determinadas para la admisión, como imposición de escapulario, medalla, hábito, cordón, etc.
Los estatutos y prácticas de las cofradías no son obligatorios para cada uno de los cofrades y por lo tanto su inobservancia no constituye pecado por eso está prohibido el vínculo del juramento como media para obligar a la observancia de los mismos, ni tampoco se puede obligar a los cofrades que acuden a los actos de culto, como procesiones, rogativas, etc.
Entre las cofradías merecen especial mención las denominadas sacramentales, que tiene por objeto fomentar y propagar el culto al Santísimo. Está recomendado que se instalen en todas las parroquias, en especial para el Viático a los enfermos, procesión del Corpus Cristi y otros actos solemnes. Su importancia es tal que muchas veces va unida a ellas la mayordomía de fábrica de las iglesias y también el cuidado del cementerio parroquial. Los romanos pontífices la han enriquecido con muchos privilegios e Indiligencias, recomendándolas Inocencio III en su constitución Injuncti nobis del año 1678 y Clemente XIII.
D. Luís Carreto Clavo
+ Hermano de la Hermandad de Nazarenos Congregantes del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora Reina de los Mártires (Real Colegiata de San Hipólito de Córdoba)
