1924, llega a Sanxenxo su Cristo Yacente.
Patrocinada por una personalidad tan relevante para Sanxenxo como es D. Ramón Orge Pérez, alcalde de Sanxenxo, además de Secretario de Juzgado, Fiscal del Distrito y Notario Eclesiástico del Salnés. Muy vinculado a la parroquia de San Ginés presidió, “de por vida”, la cofradía del Sagrado Corazón de Jesús; ¿habrá sido él quien donó la hermosa escultura de esta devoción que se venera en la iglesia parroquial. Durante su último periodo como alcalde regala este Yacente a su parroquia, a la que también legó la hermosa imagen de Santa Rosalía, obra del catalán, radicado en Madrid, D. Francisco Font y Pons.
¿En qué se inspiró Magariños para llevar a cabo su Yacente?
Este escultor pertenecía a una familia de la que hereda el oficio lo que, en cierto modo, significa seguir el rumbo de los talleres compostelanos de otrora. Hay que llegar al siglo XVII, en su segunda mitad, para encontrarnos a un referente a tener en cuenta: El Yacente, de carácter procesional, de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, radicada en la iglesia de San Domingos de Bonaval. Pedro Taboada, su probable autor, tiene en cuenta una fórmula iconográfica común porque parte de la concebida por Gregorio Fernández, el imaginero de los más hermosos pasos de la célebre Semana Santa de Valladolid.
Además de su formación en el taller paternos no se pueden olvida sus estudios, en la Escuela de Dibujo y Modelado de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de Santiago, con maestros tan relevantes como Juan Sanmartín de la Serna. Sus viajes también contribuyeron a mejorar su formación. Conocía bien el Muso del Prado y allí, a buen seguro, admiró esa maravillosa escultura, realizada en 1872, que es el Cristo Yacente de Agapito Vallmitjana Barbany (1832-1905) y que bien pudo tener en cuenta, también a la hora de concebir el Yacente de Sanxenxo.
De ahí, desde esas probables fuentes, parte este quehacer de Magariños quien tratará el ser de este Yacente con singular mimo. El trabajo anatómico en ese desnudo, serpenteante, es primoroso. La faz que los distingue testimonia su nobleza, henchida de un dolor que afila sus rasgos, con la boca ligeramente abierta. La forma ovalada del rostro, sus rasgos muy marcados, esa afilada nariz, así como los ojos, tan hundidos en sus cuencas, han sido reconocidos como característicos de su estilo. Tanto en su corporeidad como en el paño de pureza que lo cubre, y en el que Magariños suele buscar inspiración en la escultura de José Ferreiro, se comprueba el ser de esa policromía, escueta y minuciosa al tiempo, tan propia, tan cuidadosa, buscadora de tonalidades evocadoras del mármol y el marfil. No es extraño que Magariños haya sido reconoció como el más místico de los escultores contemporáneos compostelanos.
D. José Manuel García Iglesias
+ Universidad de Santiago de Compostela