Se trata de la Beata Irene Steffani, la amiga de los kikuyu.
Los kikuyu vivían en Kenia. Eran corpulentos y estaban todo el día peleándose como leones, llenos de lanzas y flechas. Las mujeres kikuyu tenían una risa tan escandalosa que hacía temblar hasta a las hojas de los árboles. Sin embargo, Irene había deseado estar con ellos desde pequeña, y ahora, en África, ya podía ser su amiga. Lo primero que hizo fue irse a trabajar a las plantaciones de café para escucharles hablar todo el día y así aprender su lengua (que era bastante difícil).